viernes, 10 de febrero de 2012

Prefiero no mirar

Porque mirar a veces es nocivo. Bien lo sabe el Real Madrid, que se adelantó a cualquier tipo de petición para albergar la finalísima de la Copa del Rey: obras inaplazables. Vaya casualidad. Hay algunos que alegan que el Santiago Bernabéu no es el escenario más idóneo para que las aficiones de Barcelona y Athletic piten al himno español. Alejado de este debate, más complejo de lo que mucho quieren hacerlo parecer, las razones de peso, obviamente, son otras.


Son muchas las voces relacionadas con el balompié español que han mostrado su opinión al respecto. Y no todas desde la intolerancia. Joan Gaspart, ex presidente del Barcelona, dijo que comprendía perfectamente la postura del Real Madrid. A él no le hubiese gustado que su estadio fuera la pista de celebración de su rival. Y yo lo entiendo, perfectamente además. Aunque el equipo blanco se llevase la Liga, para una mayoría de aficionados madridistas su morada quedaría mancillada con un posible triunfo culé.

Claro, a todo esto miembros del Barça y del Athletic piden que sea en Chamartín. Desde el punto de vista más lógico y coherente, es el estadio que está ubicado en el centro de España y tiene un aforo encomiable, ideal para dos grandes aficiones, ideal para una gran cita. Pero eso ya no es culpa del club blanco. Aunque sea un tema demasiado manido, las cosas en el fútbol español siguen sin hacerse bien. Que se ponga una sede desde el principio de temporada y que nos dejemos de tonterías de una santa vez. Hace dos temporadas asistimos a un auténtico esperpento en la final que disputaron Sevilla-Atlético y parece que algunos siguen empeñados en que España siga a la cola en determinadas cosas. Luego nos quejamos de otras.

Pero al lío. A nadie le gusta mirar algo desagradable, algo que le hiere en su orgullo, algo que, en ningún caso, le hace ningún bien. Sí, nos referimos a nuestras “ex”. Ya dejamos algunas de las pinceladas básicas en el ‘Código post relación’, pero no siempre podremos controlar factores externos a nosotros. Es decir, un encontronazo fortuito en la calle es inevitable. Lo mejor, mantener la elegancia, saludo rápido a ambos y a otra cosa.

Sin embargo, hay actos que podemos, digámoslo así, esquivar, al menos si el daño es reciente. Si, por ejemplo, tenemos la opción de asistir a una fiesta donde sabemos que estará ella con su nuevo ‘chulo’, únicamente nosotros seremos los que evaluemos las posibles consecuencias de acudir. Al igual que no somos de piedra para cuestiones carnales, tampoco somos estatuas si nos tocan la moral a un palmo de nuestras narices. Vamos, que una galletita igual se nos escapa. Cuidadín.


Otra cosa, y esto sí que entra en el masoquismo innecesario, es hurgar una y otra vez en la mierda. Si sabemos que ella está con un imbécil, no miremos su perfil en las redes sociales. ¿Para qué? ¿Para cerciorarnos de que somos superiores? Eso ya lo sabemos, pero a veces, creedme, lo mejor es no mirar.

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